Hace pocos días tomaba una cerveza con un amigo que acababa de volver de vacaciones y, con aire quejoso, me comentó:
- [COLOR="Red"][B]¡Es patético! He estado dos semanas en la playa con mi familia y, a la vuelta, ni siquiera he tenido que actualizar el correo.[/B][/COLOR]
Me lo dijo como quien siente que ha sido víctima de un robo, el robo de una de sus posesiones más preciadas, su tiempo de descanso, ese que esperamos como la lluvia en tiempo de sequía tras un año de trabajo y más si el año ha sido tan duro como el que hemos vivido.
Otra amiga, al día siguiente, me decía que los smartphones son una trampa para profesionales.
- Al final, como sabes que tienes el correo y no dejan de entrar mails, lo miras, y lo haces a horas en que deberías estar haciendo otra cosa: dos horas después de salir del trabajo, por la noche, justo al levantarte…
A pocos días de hacer yo mi propia maleta con las toallas de la playa y esos bikinis que jamás me quedan como el año anterior, me paré a pensar en las reflexiones de mis amigos, máxime cuando yo, como empresaria, no recuerdo desde hace diez años un verano en el que no formen parte de mi equipaje todos los dispositivos capaces de mantenerme conectada… cosas de los emprendedores.
Sus verdades son contundentes e indubitables, como diría Descartes:
- Cuando no había móviles, te ibas quince días de vacaciones, nadie de tu empresa podía localizarte y no se hundían ni tu departamento ni la empresa ni el mundo. [B]CIERTO.[/B]
- Las vacaciones sin conexión significaban que no tenías que llevarte un trabajo pendiente y enviarlo desde cualquier lugar donde estuvieses. Todo quedaba para la vuelta o para la paliza de la noche anterior. [B]ES VERDAD.[/B]
- Si tu jefe tenía una duda terrible sobre alguno de los temas que sueles llevar tú, se buscaba la vida y lo solucionaba y de paso, que no viene mal, concedía el valor que merece a tu trabajo. [B]NO LO DISCUTO.[/B]
- Las vacaciones de las multinacionales eran respetadas por valores equitativos, no según el calendario del jefe supremo, especialmente cuando las fechas de semana santa, verano, etc, no coinciden. [B]TIENEN RAZÓN.[/B]
Mientras hacía cábalas sobre el escollo que ha hecho el progreso en nuestra intimidad me ocurrieron otra serie de cosas que son habituales en mi vida actual y en la de la gente de mi entorno:
- Otro amigo, conectado claro, me pidió alguna referencia de un sitio para comer en una zona de Madrid que desconoce. La busqué y en un minuto le estaba enviando un link.
- En otro de mis grupos de amigas, las que están fuera y las que aún no nos hemos ido nos lanzamos a un chateo urgente para ultimar los detalles de un fin de semana de juerga ibicenca que nos vamos a marcar en septiembre (para qué incluir detalles). Localizados billetes de avión a buen precio y con antelación, las once estamos ya embarcadas en el evento.
- Mi madre, a sus muy venerables setenta y pico, esa madre que tiene en el cajón de la librería diversos esquemas que le hemos dibujado sus hijos sobre cómo usar cada aparato de su salón, me envió un SMS para decirme que se retrasaba en su vuelta de la sierra y que me traía morcillas de Ávila. ¡Qué tranquilidad para la conciencia materna poder contármelo todo al instante en que quiere hacerlo!
- Mis hijos ya han hecho una selección de juegos que me suplican descargar antes de meternos en el coche con sombrillas y equipaje.
Nada de esto sería posible sin teléfonos móviles, correo electrónico e Internet. Verdades indubitables también. ¿O no?
Creo que tenemos una tendencia humana a matar al mensajero de malas noticias; es herencia histórica, sin duda, y está estampada en nuestros genes como la facilidad para coger manzanas de un árbol. Si mi jefe me molesta en vacaciones, me dan ganas de tirar el móvil al mar y si me llega un correo que me va a amargar el descanso, maldigo al aparato portador ya sea iPad o como se llame…
Lo cierto es que, en esta situación de empate, como árbitro del partido (que para eso es mi artículo) se me ocurre compartir unas sencillas preguntas: ¿no será que en vez de estar esclavizados en nuestros puestos de trabajo por culpa de la tecnología estamos rodeados de jefes que no respetan el descanso ajeno por mala educación, inseguridad o prepotencia en el ejercicio de sus atribuciones? ¿Y que, además, la costumbre de estar enganchados a horas intempestivas no es algo impuesto sino un síntoma de estrés y falta de organización y disciplina personal? ¿Y no será que ejercemos la autocensura antes que atrevernos a decirle a nuestro superior ‘[B][COLOR="Blue"]tenía el móvil apagado, estaba en la capilla Sixtina[/COLOR][/B]’?
También es humano trasladar nuestros fallos a algún culpable cercano. Y uno que no protesta es cómodo para eso. Ningún avance que te permita estar comunicado en cualquier momento (si quieres y cuando quieres), te dé acceso a todo tipo de información, haga posible que te lleves la oficina al lugar que desees, te facilite el ocio, etcétera, etcétera, etcétera… puede ser negativo per se. Lo único negativo es nuestro enfoque o el uso que hacemos, no solo de la tecnología, sino de todas las herramientas que nos rodean. Incluso, de nuestra vida.
Propongo verlo de otra forma. Hay muchas personas que, por sus circunstancias, no podrían disfrutar de unos días de vacaciones si no tuvieran la posibilidad de irse conectadas. Y también existen todavía muchas empresas y muchos jefes con mentalidad equivocada, cercana a lo que hace siglos fueron los negreros aunque, ya puestos, es preferible que esos personajes tengan a mano un número de teléfono o una dirección de correo electrónico mejor que un látigo.
Nota: Las situaciones descritas en este artículo son rigurosamente ciertas y han ocurrido en el período de una semana aunque omitimos los nombres de los protagonistas por pura discreción.
[URL="http://www.optimismodigital.com/general/internet-en-la-maleta/"]Cristina del Gallo[/URL]
Tenía que compartir el artículo con vosotros ya que adolecemos tod@s del mismo mal. Personalmente desconecto por partes, llegado el verano me deshago del reloj, algo insignificante como inútil pues el teléfono también posee uno
pero como el teléfono lo considero eso, teléfono, no uso un smartphone así que puedo desconectar un poco, pero el vicio de la tablet al llegar a casa es jorobado (sincroniza el correo/foros etc, aunque se pueden desconectar en los ajustes)
SUGERENCIA: Ya tenemos propósito de enmienda para las próximas vacaciones.
