Que guapo el hilo, si señor....
Tus hilos sobre los chapuzas, amigo Karn, me ha recordado una divertida anécdota que nos ocurrió a mi padre y a mí hace ya unos años, aunque a mi madre no le pareció tan divertida.
En el piso donde vivo ahora, cuando nos mudamos, el calentador de agua estaba en la cocina, junto a la hornilla de gas. Cuando arreglamos la terraza, mi madre dijo de sacar el calentador fuera de la cocina y ponerlo en la terraza, y mi padre, que siempre se ha manejado muy bien con los tubos, dijo de cambiarlo él. Mi madre no se fiaba mucho, pero cualquiera le decía que no a mi padre, soplete en ristre...
Pues en estas que me pillé un gripazo de tres pares de narices y me tuve que quedar unos días en casa sin ir al cole. Mi padre aprovechó uno de estos días para sacar el calentador, mientras mi madre iba al colegio a recoger a mi hermano. Rompió en la pared lo justo para dejar a la vista los tubos del calentador, y preparó todo para la operación.
Cortamos la llave de paso de la cocina, que iba dura de narices, y mi padre quitó el tubo flexible del calentador, que tenía un grifito de esos pequeños que se ponen ahora en todas partes, y que había cortado previamente. Bien, ya está el calentador fuera. Vamos a calentar los tubos para darles la vuelta a los codos, que si les ponemos unos tapones sobresalen en el alicatado de la cocina, pero dándole la vuelta a los codos, los taponamos y los dejamos metidos en la obra, y ya no hay problema.
Cuando mi padre empezó a calentar con el soplete los codos, nos dimos cuenta por el camino dificil de que la llave de paso de la cocina podía estar muy dura, pero su función había dejado de cumplirla hacía tiempo. Vencida la soldadura del cobre, el chorro de agua a presión nos puso a mi padre y a mí como sopas en dos segundos y medio contados
. Mi padre puso el dedo en el tubo, pero sin conseguir su objetivo, porque el agua salía con bastante presión, impulsada supongo por el grupo de bombas de presión que hay en el bajo (vivo en un tercero). Agua que te sale, agua que te sale, y mi padre llamando a voces a mi vecina para que bajase a la sala de contadores a cortar el agua de mi piso. ¡¡¡Candelariaaaaaaaa!!! ¡¡¡Candelariaaaaaaaa!!!; na, en el bloque no había nadie, todo el mundo estaba recogiendo a los niños del cole. El Efebo, que esto os escribe, estaba tan acongojado por la impresión que era incapaz de mover un dedo, y eso que a estas alturas el pijama de algodón ya pesaba casi tanto como yo
. Más voces, y mi padre que de repente me dice que coja la llave de la sala de contadores y que corte el grifo que tiene una etiqueta con el número de mi piso. Tras tratar de asimilar la orden, tardé por lo menos dos minutos en dar con la llave, ante la desesperación de mi padre, que se veía yendo al cuarto de baño en kayak. Cojo la llave, bajo a la sala de contadores, y.... ¿cual es la llave de paso de mi piso?. Coño, cuantos contadores... ¿Ande están las etiquetas?
Será mejor que suba a preguntarle a mi padre... y mi padre, cuando me ve aparecer por el piso, chorreando, y sin cortar el agua, que me pone el pobre una cara que no olvidaré en la vida. Desesperado, ya con el daño hecho, quitó el dedo (que de poco servía) del agujero del que salía la catarata del Niágara (con lo que nos bautizamos por segunda, o tercera, o cuarta vez), me cogió en volandas, me arrebató la llave de las manos, bajó los tres pisos corriendo conmigo en brazos, y cortó el agua, por fin.
Cuando subimos el espectáculo era difícil de describir. Además, gracias al pequeño incidente, descubrimos, con asombro, que mi piso está tan bien hecho que la corriente la tiene dada hacia el interior, hacia el dormitorio de mis padres, que quedó aproximadamente con una cuarta de agua. Me acuerdo perfectamente de como mis zapatillas de estar por casa hacía chof, chof, chof, cuando caminaba, y de como cuando levantaba los pies un hilillo de agua salía de la punta de éstos...
Fué el momento que aprovecharon para llegar dos de mis vecinas, la tal Candelaria, y la Charo, cuyas caras fueron dos auténticos poemas. La que mejor reaccionó fué Candelaria, que tras tranquilizarnos un pelo, se fué a su casa a preparar una tilita, porque lo peor estaba por llegar... si, la tilita, para mi madre.
Mi madre es una santa, pero tiene un genio un poco severo.... mu peligroso, vamos. Cuando llega, se encuentra a Charo con una fregona en la escalera del bloque, recogiendo agua. "Charo, ¿que te ha pasado?" ... "A mi no, a tí, sube a tu casa, pero tu tranquila, que esto no es nada". Mi madre cogió a mi hermano del brazo y yo creo que subió las escaleras de cuatro en cuatro. Cuando llegó a la cocina, mi vecina ya la estaba esperando con la tilita, que sirvió de más bien poco. Digamos que no me faltó mucho para convertirme en un niño huérfano de padre.
Lo más divertido fué sacar el agua del dormitorio, en lo que empleamos más de una hora. Todo valía, incluidas mis zapatillas de estar por casa, aunque ya no daban para tragar mucha más agua, la verdad
Vaya cosas que pasan en esta vida...
Saludos desde el sur
Efebo